
Naturalizada, olvidada o añorada, la comida en familia nunca pasa desapercibida. Fuente única de nuevas experiencias, tiene un potencial que pocos leen en ella. Revalorizar su ritual y su potencialidad, es la nueva propuesta emprendida por Knorr. En tiempos de nuestros padres y abuelos, el encuentro familiar durante la comida, era una cuestión ineludible, donde todos se reunían alrededor de la mesa. Con el paso del tiempo, las jornadas laborales se fueron ampliando, las tradiciones se fueron haciendo más laxas y el momento de la comida pasó lentamente a un lugar cada vez más relegado. Comer solos, parados, en pocos minutos o frente a la TV pasó a ser el lugar común de muchos hogares, donde coincidir en un mismo horario fue convirtiéndose en una utopía. Fue en ese mismo momento cuando el valor del encuentro de la familia al momento de comer, asomó con mucho más fuerza. ¿Qué significa comer en familia? Ése fue el cuestionamiento de profesionales de las más diversas áreas. ¿Cómo influye un hecho tan simple en el desarrollo personal?. Los resultados de las investigaciones fueron más que contundentes: tiene un poder enorme que se capitaliza desde todo punto de vista. Preocupados por esta realidad de implicancia global, Knorr inicia un nuevo compromiso, con su campaña “Cada comida es una oportunidad”, que precisamente se propone revalorizar al comida en familia.
La importancia del ritual
Luego de variados estudios alrededor del mundo y la preocupación por este tema, Knorr encaró una investigación en 7 países y con más de 3500 entrevistas. El objetivo era claro: conocer qué significaba compartir la comida en familia, cómo lo viven, qué lugar ocupa. Los resultados de la investigación confirmaron lo que ya anunciaban los estudios de renombrados profesionales de la salud: el ritual se estaba perdiendo. Conocer sus implicancias fue un hecho fundamental. ¿Qué aporta la comida familiar? Muchos y variados beneficios. Uno de los más significativos tiene que ver con lo más obvio: destinar un espacio familiar al momento del comer, posibilita una alimentación más saludable y rica. En este sentido, un estudio realizado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard en una población de más de 16.000 jóvenes, demostró que aquellos que habitualmente comían con su familia tenían dietas más sanas, con mayor consumo de verduras y frutas. Asimismo, la propia situación de compartir la comida, influye notablemente en el vocabulario y desempeño escolar del niño. El compartir la mesa, no es sólo comer, sino que además encuentro fomenta las charlas y estimula la comunicación, así como también es el momento ideal en donde establecer buenos hábitos como saber escuchar y expresarse con respeto. “Las pequeñas historias que los padres o los abuelos comparten con los chicos mientras comen les ayuda a construir su vocabulario. Son niños que aprenden a leer más rápido y mejor", expresó Miriam Weinstein, periodista y autora del libro “El sorprendente poder de la comida en familia”. Pero además, ¿es posible imaginar que comer solo puede influir en la autoestima de un niño?. Pues sí. Según un estudio realizado el año 2005 por Barbara Schneider de la Universidad de Chicago, los adolescentes que estaban solos un mayor tiempo eran más proclives a padecer baja autoestima y a disfrutar menos de las actividades. En este sentido, el momento de la comida es la ocación insustituíble para sentirse parte de un grupo e incluso debatir problemas. Y, otro de los beneficios comprobados tiene que ver directamente con su propia conducta. Compartir el tiempo de la comida, adquirir una rutina de alimentación, previene situaciones de riesgo, ya que la cohesión familiar facilita el adquirir patrones de comportamiento saludables.
El Asadito
La investigación llevada adelante por Knorr mostró la realidad de la mesa familiar en las más diversas culturas y desde varios aspectos. Si bien los resultados en general mostraron la decadencia de este ritual y la mirada nostálgica hacia ese gran hábito –hoy casi en desuso- también, sorprendió gratamente que entre los argentinos, aún se lo intenta mantener con uñas y dientes. El asado del domingo, juntarse a comer algo, sigue siendo una de las más preciadas y resguardadas costumbres. El encuentro familiar –al menos en la cena, y sin excusaa los fines de semana- durante la comida, sigue manteniendo esa mística dificil de reemplazar. Sin dudas no es casualidad que consultándoles acerca de las actividades que más placer les producen, un 80% de los argentinos entrevistados hayan confirmado, que entre todas las opciones, la elegida es compartir la comida en familia. Esta opción se encontraba entre alternativas tan tentadoras como salir de vacaciones, pasar tiempo con los amigos o con la pareja. Es así que no casualmente, Argentina resultó el país que mayor cantidad de comidas comparte en familia.
Lo mira por TV
En Argentina la comida en familia continúa siendo un valor, pero también es el país en el que más TV se mira durante las comidas. Hasta tal punto está naturalizado, que como en ningún otro lugar en el mundo, la TV tiene una ubicación estratégica: nadie se sienta “tapando” la tele. Todos se ubican en la clásica “U” obligatoria, que permite que absolutamente todos puedan ver claramente la programación. Comer desconectados (o conectados al control remoto), incomunicados, cada uno en su propio mundo, es casi tan negativo como comer cada cual en momento y lugares diferentes. El gran desafío hoy es recobrar el valor del contacto en el momento de la comida, como oportunidad de comunicación, de encuentro, y donde la verdadera protagonista es la familia.